Una mirada Pastoral
Entrar en la visión es como escalar una montaña. Comenzamos con fuerzas, emocionados, respirando tranquilamente, seguros que lo lograremos. Muchos otros antes lo han hecho, o quizás somos pioneros, pero algo nos iguala, a medida que vas ascendiendo, las cosas empiezan a cambiar, hay síntomas de fatiga, vienen las dudas, la respiración es otra, tenemos que ser muy prudentes en cada paso que damos, asegurándonos que los metros que hemos transitado serán vitales para alcanzar la meta, con frecuencia por el camino sufriremos algún moretón o raspadura, algunas veces veremos brotar sangre de nuestros brazos o piernas por la hostilidad del terreno, y ni hablar de las inclemencias del tiempo, tal vez el clima se torne nuestro enemigo y el viento sea contrario, o justo ahora la lluvia nos ataca, quizá una tormenta de nieve haga más lento nuestro caminar, las voces del enemigo, constantemente desalentándonos, y si por cualquier circunstancia tenemos que detenernos un tiempo, el va a decirnos “Ya está, hasta aquí llegaste, debes regresar”, no podes, esto no es para vos, si tuvieras lo que otros tienen seguro lo lograrías, un mejor equipo, mas fuerzas físicas, otro apellido, ayuda económica, etc., pero… Ese es el mejor momento para retomar fuerzas y seguir adelante poniendo todo lo que tenemos hasta nuestra propia vida en la conquista! Por allí Dios permite que nos metamos en situaciones que no nos gustan, para que aprendamos a depender de él. Y seguramente cuando miremos hacia abajo las cosas serán diferentes, ya que la visión va cambiando cuando estamos escalando, las ciudades, los barrios, las casas, los árboles, la gente, los problemas se ven diferentes desde arriba.
Si confiamos en el Señor seguramente llegaremos a la cima, aunque parezca ridículo, el problema no es llegar sino que hacemos cuando llegamos, ya que muchos son tentados a colocar su bandera contemplar extasiado la inmensidad, relajarse un tiempo y regresar para contarles a todos ¡Lo Logré!
Pero si sabemos quién nos dio la visión y quien nos acompañó en todo momento, podemos elevar nuestra mirada no solo para agradecerle, sino para darnos cuenta que siempre hay una montaña más alta que la que escalamos, Dios no es aburrido el siempre nos desafía, y nos presenta un nuevo reto, es interesante saber que Él está dispuesto a acompañarnos, jamás nos deja solos.
El Señor nos dice te espero arriba y yo sinceramente me dejo seducir por él, siempre debemos estar mirando una cima más alta, porque en Él somos más que vencedores.
La primera montaña a escalar fue la Cárcel, formar Su Iglesia dentro de cada Unidad Penitenciaria de nuestra amada provincia de Bs. As.
La segunda fue tener una cárcel netamente cristiana, como es hoy la Unidad 25, oficialmente llamada Cristo la Única Esperanza, y la primera en el mundo con estas características.
La tercera fue extendernos y compartir lo que Dios nos había dado en el resto de las provincias de nuestro amado país y en el resto de los países, quizá aún hay cosas por hacer, pero Misiones, Santa Fe y otras queridas provincias ya están implementando el modelo y hemos recorrido más de 30 países alrededor del mundo transmitiendo lo que Dios nos ha enseñado en Olmos.
La cuarta fue tener una granja de reinserción social donde completar la labor que comenzamos dentro de los penales y ofrecer a las personas la posibilidad de rehacer sus familias, aprender a trabajar ganando el dinero con el sudor de su frente, seguir pastoreándolos en el afuera y así ofrecerles una etapa intermedia entre la prisión y la sociedad. Gracias a Dios hasta aquí Su diestra nos ha sostenido y aunque continuamos con este trabajo, llegó la quinta cima.
Esta última está en la mira, ya comenzamos a escalar la montaña, y seguiremos hasta que Dios así nos lo permita. Anhelamos que nuestra ciudad, La Plata, sea transformada. Si Dios lo hizo en la Cárcel, puede hacerlo en la ciudad!!
Reverendo Juan R. Zuccarelli